Día de la madre, en Río mio.
El domingo al mediodía fuimos a celebrar
con mi abuela, mi mamá, mi novia y su hija.
“Río mío” es denominado como un “brasas
bar”, está a la orilla del Paraná, casi reluciente, con paredes de cemento
gris, ventanales amplios, las aberturas en negro y mucha madera maciza. Las
terminaciones son prolijas y la decoración austera, por lo que no es rústico ni
campestre, destacándose un cuadro grande y muy lindo de una vista aérea del
río, que está mal ubicado, casi en el piso, y tapado por las mesas.
Cuando llegamos no nos recibió ninguna de
las dos recepcionistas, así que esperamos un rato para que nos digan dónde
sentarnos, cosa que se dificultó un poco más porque habían tomado mal la
reserva, una tenía anotado que éramos cuatro, y la otra cinco. Desde varios
metros de distancia nos señalaban la mesa y decían, “siéntense ahí, ahí”, y
como estaban lejos, el dedo podía apuntar a tres o cuatro mesas distintas, sin
dejar claro dónde sentarnos. Mala costumbre esta de las jóvenes recepcionistas,
de no acompañar a las personas hasta la mesa.
Un anterior encargado del lugar, que
intercedió para conseguirme la reserva, me recomendó la parrilla, especialmente
el matambre a la pizza.
La moza llegó enseguida, bastante simpática,
nos dio la carta, y no hizo ninguna recomendación. Las tres madres pidieron el
matambre a la pizza para compartir, Camila un entrecot grillado que tenía cinco
dedos de altura, y era para tres personas, al igual que mi milanesa de pollo,
que sobresalía del plato. En la carta no decía que esas porciones eran tan
abundantes, cosa que debió explicarnos la moza, por si preferíamos también
compartir.
Como entrada me interesaron las tapas,
había tres opciones, de tres tapas cada una, todas con base de pan de miga
tostado, yo pedí las criollas, y unas papas “Río mío” como acompañamiento de la
milanesa.
En la carta noté demasiadas pastas con
salsas pesadas, para días de tanto calor. Además, la sección de bebidas está
copiada de otro bar, a una cuadra de distancia, lo que le quita singularidad y
estilo a los dos, y deja con menos alternativas de variedad a los que quieren
disfrutar de una cerveza, de un buen vino o de un trago refrescante en una zona
tan privilegiada.
A lo pedido anteriormente le sumamos dos
ensaladas y dos postres. Todo llegó a la
mesa en presentación de bodegón, sobre platinas innecesarias, servido de manera
tosca, con morrones, tomates y perejiles para decorar, como se hacía hace
cuarenta años, aunque “Río mío” se inauguró hace menos de uno.
Matambre
de cerdo a la pizza: la carne era rica, pero la salsa la humedeció
bastante e hizo perder la parte crocante, el queso no me pareció sabroso, y el
jamón cocido un poco fuerte.
Entrecot
grillado: el cliente no dijo que punto de cocción quería, y la moza no
preguntó, error garrafal. Estaba un poco rico, con un grillado moderado, pero
tan jugoso que en el centro quedo bien crudo, y una tercera parte del corte no
se podía comer. Mal tomado el pedido y mal cocinado.
Milanesa
de pollo: insulsa y seca, ni sabor en la carne, ni sabor en el apanado.
Le puse mucho limón para poder pasarla.
Tapas
criollas: sobre las tres tostadas había, dos rodajas de morcilla
caliente con verdeo picado, dos rodajas
de chorizo de cerdo con chimichurri y dos pedacitos de molleja con salsa
criolla. Las tres cosas estaban cortadas gruesas y son grasosas, así que sabor
tenían, el chimichurri estaba seco, la salsa criolla escasa y el verdeo
intrascendente.
Papas
“Río mío”: están cortadas en cuña, osea, con cáscara y en diagonal, y
traen queso cheddar, panceta y cebolla de verdeo. Poca panceta, poco verdeo y
poco queso cheddar, que llamativamente, era color rosa, pero lo peor es que
para gratinarlas no las pusieron en el horno, las mandaron al microondas, y me
las hirvieron todas. Un buen acompañamiento para la milanesa, pero por
insulsas.
Las
ensaladas: a mi me gusta que las condimenten y aliñen en la cocina, pero
no lo hacen en ningún lugar y la gente no lo pide, así que no me voy a poner exigente
con eso. Estaban frescas y la porción era adecuada.
Frutillas
con crema: las frutillas estaban mal cortadas, de manera horizontal, así
se lucen mucho menos y no tientan tanto, además a la Chantilly le faltaba
azúcar impalpable, y como la fruta era un poco ácida el postre no quedaba
balanceado.
Crumble
de frutos rojos: como no me trajeron tenedor, junto con la cuchara, tuve
que pedirlo, ya que no queda bien andar empujando con un dedo los últimos
pedacitos del postre, que en este caso estaba acompañado de helado de chocolate
y también crema Chantilly. El crumble es una masa de mucha manteca, azúcar y
harina, que estaba bien lograda, pero el relleno era únicamente de arándanos, que lamentablemente
es bastante difícil conseguirlos de calidad, así que terminó siendo otro postre
ácido, y no estoy seguro, pero me parece que para empeorarlo le mandaron
mermelada de frambuesa.
Si la cocina mejorara un poco,
sobre todo en preparaciones tan simples, y agregaran un poco de música, “Río
mío” sería mucho más agradable, podrían probar con Fandermole, Spinetta y Sui
Generis para empezar. El lugar no estuvo a la altura de la ocasión, habrá que
volver a probar dentro de un tiempito cuando las cosas estén más aceitadas, ya
que los precios no son exagerados, e invitan a otra oportunidad.